En el norte de la comarca zaragozana de las cinco villas en un remoto valle oradado por un afluente del río Arba de Luesia en plena Sierra de Santo Domingo se encontraba el despoblado de Sibirana. Pocos restos quedan hoy en pie del despoblado, sin embargo la belleza y embergadura de los mismos justifica la visita, se trata del castillo y la iglesia de Santa Quiteria, ambos de origen románico.
Para acceder a Sibirana debemos tomar la carretera que une Uncastillo con Lueisa. justo antes de llegar a está última deberemos tomar un pista asfaltada que serpentea paralelo al río Arba en dirección al hermoso paraje del Pozo de Pígalo. Poco antes de llegar al aparcamiento del Pozo tomaremos una pista de tierra que parte a la izquierda del rio y que se adentra en un barranco. En pocos kilómetros divisamos las torres del castillo.
Los orígenes de Sibirana son poco claros pero probablemente nace como punto defensivo en las disputas entre la familia muladí Banu Quasi y la corona Navarra. En el año 921 ya consta en poder de Sancho Garcés I de Navarra. Con la finalidad de impedir que los musulmanes penetraran en sus dominios orientales decidió ocupar las partes altas de los valles de las Sierra de Santo Domingo y de San Juan de la peña. Para proteger el territorio conquistado se levantaron una serie de fortificaciones en Royta, Uncastillo, Luesia, Biel y Castilisar.
En el caso de Sibirana la fortificación se levanta aprovechando una anterior torre islámica propiedad de los Benu Qasi desde el año 891. Pasó a formar parte del reino de Aragón en el año 1086, al incluirse en la dote de Felicia de Roucy en su boda con Sancho Ramírez de Aragón. La finalidad del conjunto fortificado era controlar el paso desde Uncastillo y Luesia al valle del río Onsella y a través de este al valle del rio Aragón.
El castillo se levanta sobre un promontorio rocoso y escarpado. Está compuesto por dos torres rectangulares de planta cuadrada. Cada una de ellas tenía una altura de 25 metros y 4 metros de anchura. Constaban de sótano y tres plantes separadas por estructuras de madera. Sus puertas de acceso están enfrentadas hacia el interior, entre ellas había un pequeño recinto del que en la actualidad solo quedan algunas hiladas visibles.
Para su construcción se aprovecho al máximo el macizo rocoso sobre el que se asienta, dejando una curiosa mezcla de sillarejo y roca que muestra el ingenio de sus constructores a la hora de aprovechar los recursos naturales y la solidez del conjunto defensivo. Al mismo se accedía a través de una escala de madera de la que únicamente queda en la actualidad los agujeros escavados en la roca sobre la que se sustentaba.
Poco queda del despoblado medieval que nació al abrigo de la fortaleza. Probablemente acogería a las familias de los soldados de la guarnición y a campesinos que cultivaban las tierras y cuidaban el ganado que proporcionaban alimento al conjunto. El agua se obtenía del arrollo que discurre en el valle y que desemboca en el río Arba. Tenía dos barrios, uno situado a los pies del castillo y otro que se situaba en la ladera sobre la que se asienta la ermita de Santa Quiteria.
Restos de la cimentación invadidos por la maleza son los únicos vestigios que han llegado hasta nuestros días. Su despoblación debió producirse a finales del siglo XVII o principios del siglo XVIII. Su ubicación, en una zona agreste, mal comunicada y con un clima que dificultaba las actividades agrícolas hizo que una vez perdido su interés defensivo fuera despoblándose paulatinamente hasta quedar finalmente abandonado. En la actualidad únicamente hay un edificio rehabilitado que es utilizado como refugio de cazadores.
En el punto más alto de una ladera cercana al castillo se encuentran los restos de la ermita de Santa Quiteria construida en el siglo XII y de estilo románico. Es un templo humilde de nave rectangular que finaliza en un ábside semicircular propio de las construcciones de la época. Esta construida en sillarejo de calidad. El ábside es liso y se remata directamente en la cornisa, sin canecillos que la sustenten.
La portada principal se abre en el muro sur del templo. Tiene una arquivolta que descansa sobre sencillos capiteles vegetales y sobresale ligeramente respecto del hastial. En el tímpano se encuentra un crismón trinitario semioculto detrás de una gruesa capa de cal.
El interior de la iglesia se encuentra totalmente arruinado, la techumbre de madera se encuentra derrumbada salvo en la parte del ábside. Este cuenta con una cenefa ajedrezada que lo recorre todo su perímetro horizontalmente y un ventanal aspillerado rehundido en vano de medio punto.
Hoy Sibirana es testigo mudo de las luchas que hace siglos tuvieron lugar en esta remota parte de la Sierra de Santo Domingo. Debido a su importancia histórica esta bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
Esta declaración no ha servido para evitar el deterioro y ruina de su hermosa ermita románica. Esperemos que las administraciones competentes tomen medidas encaminadas a la consolidación y reconstrucción del conjunto y para que las generaciones presentes y futuras puedan disfrutar no solo del rico patrimonio natural que guarda este fascinante rincón de la sierra de Santo Domingo sino de su patrimonio cultural. Que la obra que con tanta pericia levantaron nuestros descendientes no queden esparcidas entre la maleza.
Esta declaración no ha servido para evitar el deterioro y ruina de su hermosa ermita románica. Esperemos que las administraciones competentes tomen medidas encaminadas a la consolidación y reconstrucción del conjunto y para que las generaciones presentes y futuras puedan disfrutar no solo del rico patrimonio natural que guarda este fascinante rincón de la sierra de Santo Domingo sino de su patrimonio cultural. Que la obra que con tanta pericia levantaron nuestros descendientes no queden esparcidas entre la maleza.
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