En la comarca riojana de Cameros, en la localidad de Castañares de la Cuevas, situada en el valle del río Iregua, todavía bravo antes de remansarse una vez superado el estrecho paso de Islallana, se encuentran los restos de un singular castillo construido aprovechando una de las múltiples oquedades que dan nombre al pueblo, existentes en uno de los bellos riscos que lo rodean.
Para llegar a Castañares deberemos tomar la N-111, entre las localidades de Viguera y Panzares. El castillo se encuentra en una finca privada así que deberemos pedir a los dueños que nos abran la verja y nos dejen acceder a su propiedad. Una vez en la propiedad tomaremos un camino que nos lleva a un depósito, antes de llegar tomamos un sendero que una vez superada una gran roca nos lleva a los pies del castillo.
No hay datos concretos sobre su origen, probablemente su construcción comenzó en el Siglo XII ya que uno de sus ventanales tiene elementos característicos del románico. Tras la conquista de Viguera por Sancho Albarca en el S. X el enclave pasó a manos cristianas. Al tratarse de un enclave fronterizo sus constructores decidieron aprovechar la llamada cueva de los moros para construir un enclave defensivo que les protegiera de incursiones enemigas.
El conjunto defensivo está formado por dos recintos de diferentes dimensiones. El más grande de los dos tiene unas dimensiones de 22x15 metros, un muro que impide su acceso desde el exterior y una torre en su lado este. El segundo recinto tiene unas dimensiones de 10x11 metros, aspecto de torre y está unido al anterior por un corredor de 13 metros.
Teniendo en cuenta la distribución de las ventanas, el recinto debió tener tres pisos. La planta baja estaba escasamente iluminada. En el caso de la torre, ésta se obtenía mediante una aspillera con abocinamiento en esviaje hacia el interior. La estancia mas amplia carecía de ventanas y la iluminación únicamente provenía de la puerta de entrada al recito flanqueada por un arco de medio punto. La segunda planta de esta estancia contaba con cuatro aspilleras abocinadas al interior, en el caso de la torre esta planta se iluminaba a través de un amplio ventanal con arquillos de medio punto y dos saeteras.
Debido a que el interior se encuentra totalmente diáfano, resulta muy difícil hacerse una idea de la distribución interior del castillo. El suelo se encuentra cubierto de excrementos ya que la última finalidad que ha tenido el recinto es servir de establo para el ganado.
Los muros del castillo están construidos en mampostería con ripios y sillería en los esquinazos. Para la misma se utilizó piedra caliza porosa y cantos de río partidos. En la parte interior se aprecia la utilización de yeso para fortalecer la mampostería. La planta del edificio es irregular y se acomoda al trazado que la cueva.
En la actualidad el recito fortificado se encuentra en estado de ruina, en los años 30 sufrió varios derrumbes importantes que sepultaron varios túneles y estancias que existían en su interior.
A pesar de encontrarse bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español, no parece que vayan a producirse obras para consolidar sus restos y evitar su futuro derrumbe.
En algún momento del hoy lejano siglo XII alguien decidió aprovechar un resguardo creado por la naturaleza en la roca para edificar una fortificación prácticamente inexpugnable que protegiese a los habitantes de la zona, frente a los frecuentes ataques que se producían en un territorio fronterizo. No puede negarse que es un ejemplo de aprovechamiento de los recursos que ofrece la naturaleza, en este caso en concreto, con finalidades defensivas.
Afortunadamente hoy no existe esa necesidad de protección que motivó su construcción, pero no por ello debemos dejar que desaparezca. Es un testigo mudo de una parte de la historia y por ello deben realizarse esfuerzos para que continúe siéndolo y no desaparezca.
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