A un kilómetro de la localidad de Nalda, en el valle del río Irégua, lindando con tierras del Camero Nuevo se encuentran los restos del Convento de San Antonio. Al convento se accede a través de la N-111, tomando el desvío a la localidad de Nalda. Los restos del cenobio se encuentran fuera del pueblo, junto a la ermita de Villavieja.
Su construcción comenzó el 19 de mayo de 1611 y duró cinco años. El 30 de julio de 1.617 tomaban posesión de él los monjes franciscanos, siendo ministro provincial Fray Antonio de Villalacre, y primer Guardián del convento Fray Juan de Torrecilla.
Su construcción fue ordenada por el Conde de Aguilar, don Felipe Ramírez de Arellano. Encontrándose esté gravemente enfermo en Lisboa invoco a San Antonio de Padua y le ofreció la construcción de un templo en su honor si su salud mejoraba. Finalmente remitieron las fiebres que sufría y en cumplimiento de su promesa se edificó el Convento.
La iglesia del Convento era de nueva sola nave de grandes dimensiones, dividida en tres tramos con crucero y con abecera rectangular construida en mampostería y sillería. La cubierta, hoy desgraciadamente desaparecida esta compuesta por bóvedas de lunetos sobre arcos de medio punto y pilastras toscanas. El crucero estaba cubierto por una cúpula sin tambor asentada sobre pechinas.
Al este de la cabecera y a espaldas del Altar Mayor se encuentra el panteón familiar de los Condes de Aguilar, construido para albergar los restos de sus fundadores y sus descendientes. Es de planta octogonal y estaba coronado por los escudos de la familia.
La iglesia del convento contaba con una efigie de un santo cristo crucificado de tamaño natural que tenía gran devoción en la zona. Sus fundadores hicieron traer una campana de de gran tamaño desde Argel que se oía desde Logroño. Como había sido construida por infieles fue fundida y con su metal se construyeron cuatro campanas.
El claustro está ubicado al sur de la nave de la iglesia. Consta de dos plantas, la primera con tres arquerías de medio punto por lado que se sustentan sobre pilastras en la primera planta y sobre vanos cuadrados en la segunda. El Convento contaba además con diversas construcciones de servicio y otras para el alojamiento de los monjes. En la actualidad se encuentra en mal estado y tomado por la hiedra y la maleza.
Su declive como el de tantos monasterios y conventos comenzó en el año 1836 con la desamortización de Mendizábal. Desgraciadamente hoy se encuentra en avanzado estado de ruina y abandono. El hermoso cenobio levantado por el conde de Aguilar en cumplimiento de la promesa realizada por recuperar la salud se derrumba en silencio sin que este hecho parezca preocupar a las administraciones competentes que no parecen interesada en mantener esta bella joya del patrimonio cultural riojano.
Mientras todavía queden en pie, parece que tendremos que conformarnos con recorrer estas hermosas ruinas con preocupación e imaginar el esplendor que debieron tener en otro momento.
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