domingo, 7 de enero de 2018

LA SANTA.


El despoblado de la Santa se encuentra en la comarca riojana del Valle del Jubera, una de las más hermosas y despobladas de toda la región, también denominada las Alpujarras riojanas. 

Se asienta a 50 km de Logroño, a 1.169 metros de altura sobre una de las laderas del monte Atalaya, del que manan las aguas que dan origen al río Jubera.

Esta, en otro tiempo rica y bella zona, ha visto como se despoblaban la mayoría de los pueblos de la zona como Ribalmaguillo, La Monjía, Oliván, Antoñazas, Buzarra, Dehesillas, Reinares o Valtrujal. Únicamente Santa Marina permanece habitada permanente durante todo el año. 

En los años 50 y 60 las duras condiciones de la vida serrana provocaron que muchos de sus habitantes emigraran a otras zonas en busca de mejores condiciones de vida, dejando vacíos pueblos que habian sido habitados durante siglos. 



 





No resulta sencillo acceder a La Santa, ninguna carretera llega hasta el despoblado.  Únicamente se puede acceder a través de pistas forestales de montaña desde Hornillos de Cameros, Munilla y Santa Marina. Es uno de los despoblados a los que más nos ha costado acceder. 

Hace diez años hicimos el primer intento desde Santa Mariana pero el gps se perdía entre las pistas y antes de dejar encallado el coche en alguna de ellas decidimos desistir. En el segundo intento, intentamos acceder desde la pista que sale de Hornillos de Cameros pero, a mitad de pista, el camino dejó de estar transitable para un vehículo convencional y tuvimos que dar la vuelta. 

El tercer intento lo realizamos desde una pista que parte de Munilla y en esta ocasión sí conseguimos llegar hasta el despoblado. En cuanto lo avistamos supimos que la insistencia en llegar a él, había merecido la pena.







Existen referencias de La Santa desde el año 1366, cuando aparece como una de las villas pertenecientes a las monjas bernardas de Herce. Según describe Madoz en su Diccionario estadístico e histórico de los pueblos de España de 1845 formaba ayuntamiento con las aldeas de la Monjia y Tihalmaguillo. 

Solo La Santa contaba entonces con 50 casas y 154 habitantes. Sus bosques eran de hayas y robles y eran utilizados para leña y pastos. Sus habitantes se dedicaban a la agricultura, principalmente trigo, centeno, avena y patatas. La actividad ganadera era escasa y se centraba principalmente en la cria de ovejas y  de ganado para realizar labores agrícolas. La caza era abundante, principalmente conejos, liebres y codornices.







El año 1.887 fue el año de mayor expansión para La Santa llegando a contar con 221 habitantes. Su población se redujo a 160 en el año 1.900 y subió hasta los 178 en el año 1.920. Desde esa fecha la población fue descendiendo progresivamente hasta llegar a los 85 en el año 1960, a los 20 en el año 1970 y a despoblarse definitivamente en el año 1981.

La falta de accesos que permitieran una comunicación adecuada que mejorase las duras condiones de vida y la dificultad de mantener unas actividades económicas que no podían garantizar un sustento adecuado a sus habitantes, motivaron el progresivo abandono tanto de La santa como del resto de aldeas de la zona. 







En lo alto del caserío de encuentra la Iglesia de la Asunción. Se trata de un edificio de una sola nave distribuida en tres tramos y construida en mampostería y sillarejo. La cubierta de la nave es de bóveda de cañón y se sustenta por arcos fajones que se apoyan en ménsulas. 

La torre se encuentra ante la cabecera y tiene dos cuerpos, a ella se accedía desde el lado sur y tenía una escalera de caracol. La entrada del templo se encuentra en el lado sur y debió de contar con un pórtico hoy desaparecido. 

Su estilo es románico tardío y fue reformada en el siglo XVI en el que se añade el crucero, la cabecera y la torre. Afortunamente gracias a la asociación de  amigos del pueblo se ha realizado una obra de reparación de la cubierta y se ha construido un muro para evitar la entrada de lo animales.







Hoy en día La Santa se encuentra en avanzado estado de ruina. Sus edificios se han derruido y sus calles han sido tomadas por la naturaleza. La maleza apenas dejan intuir el trazado de sus calles, los tejados de las casas han cedido arrastrando con ellos sus muros formando montañas de escombros en las que se mezclan pieda y madera. El rigor del clima pronto acabará de derruir los escasos muros de piedra que aún quedan en pie. Solo la soledad y el silencio habitan en La Santa. Sin embargo la belleza del entorno y del propio pueblo hacen imprescincible recomendar su visita.












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